La porcelana se originó en China durante la dinastía Táng (700DC) y allí es donde se ha desarrollado todo el proceso, desde la cocción de la arcilla blanca a altas temperaturas hasta vitrificarla, que es lo que le proporciona su luminosidad y su bonito color blanco.
La vitrificación impermeabiliza y por ello la porcelana no absorbe color ni se descolora. Por su resistencia al calor se puede elaborar con un espesor liviano por lo que es un material idóneo para la cocina.
Muchos de los recipientes de la cocina tradicional francesa son de porcelana como los ramequines, moldes de soufflé, platos para huevos, platos y fuentes para gratinar y terrinas.
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